B

L

O

G

DESDE LA RAÍZ

Artículos y reflexiones con un trasfondo terapéutico, filosófico, sobre salud mental, educación… lo podemos expresar a modo de ensayo o de forma más creativa o artística, cuentos, poemas… también a través de imágenes que algún artista quiera mostrar de su obra.

Hombre máquina

Me he despertado esta mañana con una frase de uno de mis maestros, Antonio Pacheco, en la cabeza. No podía dejar de pensar en algo que yo le había escuchado: “lo que a uno le sirve hay que compartirlo”. Se trata como casi siempre “del dar y del recibir” y me propongo exponerme en estas líneas “lo que a mí me sirve”.

Hace unos años, a consecuencia de un momento complicado de mi vida, empezó a llamarme una amiga todos los días y seguimos así durante 5 años y si hay algo que aportó verdad a mi vida fueron esas conversaciones matutinas que manteníamos. Luego por circunstancias han ido espaciándose en el tiempo hasta desaparecer, aunque recuerdo esa etapa muy enriquecedora.

El hecho de exponer en voz alta nuestros sentimientos, pensamientos y compartirlos nos aporta conciencia, claridad, el “darnos cuenta”, nos señalamos en donde volvemos a caer y todo eso es algo muy enriquecedor y nos supone un apoyo mutuo ya sea con una amiga, terapeuta o simplemente alguien que sepa escuchar.

LA MUJER/HOMBRE MÁQUINA

Esta mañana he sido muy consciente de nuestra faceta como “hombre máquina” término acuñado por Gurdjieff y que yo había escuchado por primera vez a Antonio P.

En ocasiones actuamos automáticamente, sin pensar prácticamente en lo que hacemos, ni decimos y repetimos mecánicamente una y otra vez la acción sin apenas ser conscientes. Un ejemplo muy sencillo de esto es la conducción de un vehículo. Al principio ponemos toda la atención, pero llega un momento que lo hacemos de manera automática, sin darnos cuenta de que conducimos porque vamos pensando en otras cosas.

Hablábamos mi amiga y yo de que en determinadas situaciones respondemos y actuamos de la misma manera sin saber el motivo y no variamos el comportamiento.

Me pregunta “¿Y después de tanto proceso terapéutico, de todo lo que tienes caminado, ¿sigues cayendo en lo mismo?, ¿Hasta cuándo?”

Pues sí, da igual los años que llevemos en un proceso terapéutico. De repente nos cegamos con algún aspecto y no nos damos cuenta hasta que nos lo señalan o bien nos ha llegado el momento de verlo. No nos paramos a hacer otra cosa. Lo fácil es seguir actuando de la misma manera en la que lo hemos hecho siempre, sin salir de la zona confortable. Si verdaderamente nos paramos en ese momento o a posteriori y analizamos la situación, se abren otras posibilidades de actuación y de vernos de otra manera a nosotros y a los demás.

A veces mi amiga es terca y no deja que me escape “¿Qué puedo hacer para reaccionar de otra manera?”

“Simplemente parar y poner conciencia” digo. “En el momento que se pone conciencia empieza el cambio.”

“Por ejemplo”, sigo, “A veces me encuentro hablando de alguien de quien no quiero hablar y empiezo a sentirme francamente mal, y una vocecita me dice: ya estás en lo mismo. En ese mismo instante quiero parar; sin embargo, como mujer-máquina, continúo haciéndolo. Pero, al poner conciencia en ese malestar, algo empieza a cambiar y empiezo a ver a esa persona de manera diferente, con sus luces y sus sombras. Es el comienzo del cambio de situación.

¿Y qué más?” sigue machacona Isabel –me viene muy bien que no se conforme, que me acose para que yo siga escarbando. –

“En otros momentos se trata de poner límites. Si todavía no puedo controlar ese automatismo porque no tengo los recursos para ello, al menos soy consciente de que esa es la solución; lo más importante es tratarnos amorosa y compasivamente y decir bueno ahora no he podido, pero ya sé lo que me ocurre y sé lo que puedo hacer. Es mi responsabilidad poner ese límite, no lo es de la otra persona.”

Desde que nos damos cuenta hasta que conseguimos modificar la conducta puede pasar tiempo, pero mientras tanto el poner la atención, el darse cuenta es un gran logro. Normalmente no podemos cambiarla de un día para otro porque llevamos demasiado tiempo haciendo lo mismo y el cambio también necesita su proceso.

Seguramente volverás a tropezar en la misma piedra porque la “mujer/hombre máquina” está ahí, pero cada vez pondrás más conciencia en ello y lo podrás modificar hasta que desparece.

Y tú amiga, y vosotros, los lectores, ¿en qué situaciones o momentos os descubrís como “Hombre-Mujer Máquina”? ¿Os molesta? ¿Sois capaces de cambiar o modificar esta situación?

Experiencia 1: No te trates duramente, no te insultes por no ser capaz al principio de modificar la conducta, situación…. (“seré imbécil, torpe…”) Sé amorosa y compasiva contigo, (algo que se aprende mucho en terapia Gestalt y con la técnica TRE)

Experiencia 2: Ríete cuando te pilles una y otra vez en lo mismo y te aseguro que esto te ayudará a conseguirlo.

 

– En memoria de Luis –
corregir cambiar modificar la conducta

–  Puedes compartir este contenido  –

más desde la raíz...

Deja una respuesta